Empatía en tiempos de protesta

El desafío de tratar de poner a un “indignado” en el zapato de un “haragán” que le cierra el paso.

Cristian Sosa Maciel
4 min readAug 7, 2017

Desde hace un poco más de tres semanas dos cosas empezaron a ser parte de mi rutina de todos los días: en primer lugar, todo el tiempo que “pierdo” estancado en el tráfico del microcentro asunceno “por culpa de los campesinos haraganes que cierran las calles”; y en segundo lugar, la cantidad de quejas, reclamos y ofensas que leo de amigos y conocidos sobre la protesta campesina en las redes sociales.

Dos caras, un mismo sentimiento

Si bien ambas son caras muy diferentes de una misma situación, me di cuenta de que el sentimiento en ambos casos es bastante similar. Por un lado, tanto el “indignado” como el campesino sienten impotencia y rabia por no poder cumplir con sus obligaciones a tiempo o en forma “por culpa” de terceros que nos privan de un derecho fundamental(los “indignados” responsabilizan a los campesinos por cerrar las calles y los campesinos al estado que les mintió); y por otro, ambos sectores desean vehementemente que cambie esa realidad para poder seguir viviendo y trabajando en paz, cada uno en su lugar.

Eso me llevó a la reflexión que más allá de las diferencias que pueden existir entre ambas realidades, hay un sentimiento en común que puede convertirse en un puente que nos permita ser conscientes de que, antes que nada y en el fondo de todo, somos iguales, personas que trabajan y luchan día a día por una vida digna para su entorno; ciudadanos que habitamos un mismo territorio y que de una forma u otra sentimos lo mismo por la tierra en la que vivimos y la cultura que compartimos.

En ese sentido, primeramente necesitamos reconocernos como seres humanos, con nuestras virtudes y nuestros defectos, pero por sobre todo con sueños y anhelos que nos generan sentimientos y dan sentido a nuestra naturaleza humana.

Solamente de esa manera vamos a poder entender que la rabia que siente un indignado cuando le descuentan el salario por no llegar temprano al trabajo es la misma rabia que sintió un campesino cuando no pudo pagar el crédito que le ofrecieron porque los precios fueron “mal calculados” .

Solamente de esa manera podemos ser conscientes de que la impotencia que un indignado siente cuando alguien le priva de moverse libremente por el centro es la misma impotencia que un labriego sintió cuando aparte de no tener la asistencia técnica que le prometieron, recibió semillas en mal estado y hoy no tiene forma de solventar lo mínimo de sus gastos.

Problemática campesina, una realidad que no conocemos pero nos afecta a todos

La problemática campesina es sumamente compleja y los ejemplos citados anteriormente son sólo una parte mínima que hoy, gracias a estas semanas de protesta, se están pudiendo visibilizar.

La verdadera situación es mucho más profunda y se inicia como fruto de la postergación histórica de una reforma agraria que permita abordar de manera integral este y sus principales expresiones tales como la ausencia y desidia total del estado en cuanto a derechos básicos como la educación y la salud en zonas rurales; la tremenda desigualdad en la distribución de tierras y la dificultad de acceso a las mismas, la vulneración de sus derechos y la constante persecución por su condición de campesinos y pobres tales como el caso de Curuguaty o Guahory; y entre muchas otras injusticias, la falta de una política alimentaria que considere la agricultura familiar como fundamental para la generación de un modelo económico más justo y menos desigual en nuestro país.

Obviamente la solución a un problema tan complejo como este no tiene un sólo camino, sea o no la condonación o el subsidio en el caso de las protestas actuales, pero hasta que no podamos aceptar que en el fondo esa problemática también nos afecta va a ser imposible encontrar una solución integral que vaya más allá de lo que no conocemos sobre ella.

Conocer para entender, entender para cambiar

Si partimos de la base de que no podemos cambiar lo que no entendemos y no podemos entender lo que no conocemos, más que nunca es necesario que seamos concientes que más allá de la rabia y el malestar que algunos puedan estar sintiendo, hoy tenemos una oportunidad única de conectarnos con una realidad que quizás no conozcamos pero que definitivamente necesitamos cambiar.

El desafío real detrás de toda esta situación está en cómo logramos construir una democracia (o el sistema que tengamos que construir)enfocándonos en la empatía como vínculo fundamental para lograr una sociedad más justa y digna para todos sin diferencia.

No quiero dejar de resaltar el trabajo increíble que plataformas como El Surtidor, Kurtural y Ápe Paraguay están haciendo para acercarnos a esta problemática de la forma sencilla y práctica que necesitamos para poder entender y cambiar esta realidad.

Fuente: Facebook El Surtidor

PD: Gracias a Leonardo Gómez Berniga y Santiago Campos Cervera por los feedbacks para que este artículo se entienda un poco más.

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Cristian Sosa Maciel

Ideas caórdicas sobre evolución personal y procesos de innovación colectiva