Nuestro poder sobre los demás
No siempre pensamos mucho o nos ponemos en el lugar del otro cuando decimos o hacemos algo que le puede llegar a afectar el resto de su vida.
Ya sean bromas que creemos inocentes o un sobrenombre que marca nuestro paso por el colegio o nuestra adolescencia en general, en el fondo, no somos conscientes del poder o influencia que podemos tener sobre las personas que nos rodean, sean familia, amigos, compañeros o simples conocidos.
¿Cuántas veces medimos el impacto real de las palabras que decimos o las cosas que hacemos en las otras personas, por más mínimo que sea?
Si bien no podemos vivir siempre pendientes de lo que podamos causar en los que nos rodean, no es una excusa para no ejercitar el músculo de la empatía y la vinculación con el otro, que es diferente a mí en muchos aspectos pero que al mismo tiempo es igual en muchos más.
¿Cómo creo yo que esa persona se siente cuando digo o hago esto? ¿Cómo me sentiría yo si me estuvieran haciendo lo mismo? Son preguntas que nos pueden ayudar a ser más conscientes de cómo afectan nuestras palabras y acciones a esa persona que muchas veces es juzgada por su diversidad.
Si, le gusta algo diferente que al resto o no le gusta lo mismo que a mí, pero eso no hace que sus sentimientos o emociones sean distintos a los míos en una situación de descalificación y juicio a su individualidad.
Muchas veces como padres, hermanos, compañeros o amigos vemos al otro como igual en todo y queremos que hagan exactamente lo mismo que nosotros, que tengan nuestros mismos gustos, o por lo menos que sigan nuestro mismo camino.
Ese tipo de pensamiento casi infantil nos lleva usualmente a calificar o juzgar sus decisiones, gustos o caminos desde nuestra propia experiencia, no dándole oportunidad de descubrir su propia identidad y anulando su individualidad.
Si llevamos esta misma conducta al marco social en el que nos movemos, tenemos como fruto una sociedad prejuiciosa y descalificadora que impone convenciones y castiga a cualquiera que proponga una mirada alternativa o un camino distinto a SU verdad.
Sea a través de una familia que obliga a los hijos a seguir una carrera específica o hacerse cargo del negocio familiar; o un grupo de amigos y compañeros que hacen bullying al que no comparte sus mismos gustos o intereses; esta sociedad nos obliga a seguir sus caminos y busca moldear nuestros gustos o intereses desde una mirada única de la realidad.
Pero lo clave en esto es que nosotros somos parte de esa “sociedad”, somos esos familiares o amigos que no consideran al otro desde su individualidad. Entonces somos también nosotros lo que tenemos que encargarnos de mirar más allá de las convenciones o creencias que creamos como sociedad, para rescatar y potenciar el valor que el otro aporta desde su diversidad.
Dejemos de juzgar y empecemos a apreciar más el tremendo valor de la diversidad que podemos tener desde nuestra individualidad, seamos conscientes del poder de nuestras palabras y acciones en los demás y hagamos que lo mejor de cada uno pueda brillar en esta constelación que puede ser nuestra sociedad.
Este escrito fue inspirado por el corto “Fortem” de Walter Hermosa Jr. , que refleja de una manera única y realmente genuina los conflictos que puede generar en un joven una sociedad que no da espacio a lo diferente y que no aprecia el valor de la diversidad.
Nunca es tarde para ser conscientes del poder de nuestras palabras y nuestras acciones en los demás.